jueves, 20 de mayo de 2010

Mirada de Mujer Mapuche


Jeannette Paillán, periodista y destacada comunicadora actualmente dirige la Coordinadora Latinoamericana de Cine y Comunicación de los Pueblos Indígenas (CLACPI). En el extranjero se la considera la primera documentalista mapuche y una de las primeras realizadoras a nivel latinoamericano. Obtuvo el Premio Ciudad de Córdoba a la Comunicación Solidaria, que había recibido antes el escritor uruguayo Eduardo Galeano y el periodista Ignacio Ramonet. En Santiago de Chile conversó con Azkintuwe.


ARNALDO PÉREZ GUERRA - SANTIAGO DE CHILE - OCTUBRE DE 2009


Mirada de Mujer. Fue el título de la IV Muestra de Cine y Video Indígena, realizada entre el 26 y 30 de octubre en Santiago, donde se exhibieron documentales seleccionados de los últimos tres Festivales Internacionales de Cine y Video de los Pueblos Indígenas realizados por la Coordinadora Latinoamericana de Cine y Comunicación de los Pueblos Indígenas (CLACPI), en Chile, México y Bolivia. Desde 1985 dicho Festival viene recorriendo diversas capitales del continente, promovido por CLACPI, organizaciones indígenas y documentalistas. Las muestras de cine y video indígena se realizan todos los años. La presente incluyó la colaboración del Grupo de comunicación mapuche Lulul Mawidha y el Centro Cultural de España. La muestra incluyó trabajos de Chile, México, Bolivia, Ecuador, Perú, Guatemala, Australia, Canadá, Estados Unidos, España y Suecia.

Tras toda la organización estuvo Jeannette Paillan. Periodista y destacada comunicadora mapuche, actualmente dirige CLACPI. En el extranjero se la considera la primera documentalista mapuche y una de las primeras realizadoras de cine indígena latinoamericano. Obtuvo el Premio Ciudad de Córdoba a la Comunicación Solidaria, que había recibido antes el escritor uruguayo Eduardo Galeano y el periodista Ignacio Ramonet. Jeannette nació en Nueva Imperial, en la comunidad de Arenas Blancas. Su familia emigró a Santiago cuando ella tenía 7 años. Realizó su secundaria en el Liceo Nº7 de Providencia y terminó estudiando periodismo en la Universidad de Chile. Su prueba de fuego y su entrada al mundo del cine fue “bastante casual”, señala.


“Estudié Pedagogía, luego Comunicación Social en el INACAP, pero siempre pensando en Periodismo. No quería algo tan tradicional. Me gustaban las comunicaciones y lo que estudié me dio una mirada, en diferentes disciplinas, de lo que hoy son las ‘comunicaciones’. Me gustaba la fotografía, retratar, el proceso de revelado, el descubrir las imágenes. Y de las fotos terminé en el video. En un conflicto en Quinquén, en el Alto Bío Bío, una comunidad pewenche que estaba a punto de ser desalojada, fui a tomar fotos y una amiga llevaba una cámara de video y empezamos a registrar… En Santiago mostramos las imágenes, era la rabia de la comunidad, cuando sacaban unos cercos con yuntas de bueyes, botando los alambres de púa. Y las imágenes hablaban por sí solas”, dice.

Las familias pewenches estaban en conflicto por la construcción de la Represa Pangue. Las imágenes dieron la vuelta al mundo, mostrando lo que nadie quería ver. Así nació el documental Punalka. Jeannette participó en festivales de Europa y Latinoamérica y fue galardonada con el Primer Premio Festival de las Primeras Naciones en Canadá. Luego vino el documental Wallmapu, un documental de investigación que muestra la lucha de los mapuches por recuperar las tierras que le fueron usurpadas tras la mal llamada Pacificación de la Araucanía. Jeannette ha sufrido la represión en carne propia durante el ejercicio de su trabajo. En 1998, mientras registraba imágenes en la zona del Lleu Lleu, en un conflicto entre mapuches y un particular, efectivos de Carabineros intentaron quitarle su cámara y las cintas de video, de modo violento, incluso la detuvieron. Ese mismo año, en otro fundo en conflicto un policía de civil le quitó su cámara. A pesar que denunció el hecho, hasta el día de hoy su cámara no le ha sido devuelta.

“No me considero todavía una cineasta, siento que todavía me falta un poco. Primero soy, en este orden: mapuche, periodista y documentalista. Me siento más una mapuche, documentalista, que aspira a hacer cine. Eso soy. Soy documentalista por un tema más semántico. Cuando comencé a registrar imágenes no sólo quería denunciar, quería informar, que se supiera lo que sucedía y pretendía ser imparcial. Pero una se va involucrando y opté por un punto de vista: ‘desde el pueblo mapuche’. Quería que el pueblo mapuche construyera su propio mensaje. Hoy creo que el cine no solo debe ser denuncia. Hay infinidad de materiales que dan cuenta de lo que ocurre con los pueblos indígenas: informativos, denuncias, fortalecimiento de la lengua, educativos, reivindicativos, testimoniales, artísticos, etc.”, dice.

-Ahora estás dirigiendo CLACPI…

“Sí. Es una red y coordinación de comunicadoras y comunicadores indígenas a nivel continental, que trabaja por y para los pueblos indígenas, principalmente en la comunicación, como una estrategia o como un escenario más de reivindicación de nuestros derechos. Agrupamos a varios pueblos, que los podemos identificar con algunos países, pueblos de México, del norte y centro sur; indígenas de Guatemala, Ecuador, Perú, Paraguay, Venezuela, Colombia, Bolivia y Chile, y también tenemos colaboradores de Brasil, Cuba, Argentina, del País Vasco, y de Francia. Cada vez han ido saliendo más apoyos, hay gente que participa de otros países también y estamos en un proceso de mutuo conocimiento antes de que se integren plenamente a la red. El objetivo central es generar espacios de reflexión, de intercambio y coordinación entre las comunidades, organizaciones y colectivos de comunicación indígena. Ayudar a la reflexión sobre el papel de la comunicación indígena en el marco latinoamericano. También fortalecer las iniciativas locales y a las comunicadoras y comunicadores indígenas, que los comunicadores indígenas se conviertan en actores de su propio desarrollo”.

-¿Cuántos años lleva CLACPI? ¿Cómo ha sido el trabajo?

“Esta red lleva bastante tiempo. Surgió en 1985 en el marco de un Festival que se realiza en México. En su inicio es una red impulsada por gente que hace comunicación y estudiosos de la temática indígena que ven en la estrategia del video una plataforma de visibilizar la situación de los pueblos indígenas, y que consideran relevante hacer un proceso de transferencia hacia los pueblos indígenas. En el mundo hay un importantísimo porcentaje de pueblos indígenas en serio riesgo de extinción, acorralados, viviendo una enorme violación de sus derechos humanos. Es uno de los motivos que nos impulsan a que se conozca la cultura de los pueblos indígenas. El cine, el vídeo, el documental muestran una realidad, que la mayoría de la gente no imagina y no conoce. Esas herramientas sirven también para desmitificar. Las sociedades están marcadas por estereotipos y, sin duda, muchas películas son el resultado de eso, de cómo se nos ve, desde los indígenas que antes eran buenos y sabios, hasta la visión del chileno común, que somos borrachos y conflictivos. Debemos dejar de ser lo que nos han dicho que somos. Pero en nuestras sociedades no hay libertad de expresión, venimos de dictaduras, y los indígenas siguen sometidos. En ese contexto los comunicadores encontramos muchísimas dificultades y debemos sobreponernos a los cercos informativos. CLACPI quiere aportar en ese sentido.

Los medios de información siguen siendo instrumentos de penetración y colonización. A eso se suma la alta concentración de los medios en pocas manos y que imponen una sola visión, la que le interesa al poder. Por el contrario, los medios de comunicación indígenas se han levantado como un instrumento para cambiar esto moldes. Son el lente y la voz de los pueblos que se oponen a la destrucción de la biodiversidad y a la desaparición de la cultura de los indígenas”.

-¿Desde que surge CLACPI en los ‘80, hasta ahora, ha habido un impulso, un avance?

“De hecho no solamente ha habido impulso, sino que grandes transformaciones. Ha habido modificaciones de cómo se había planteado en un principio. Primero, era un Consejo latinoamericano, sólo de los pueblos indígenas. Solamente enfocado a lo que era el video. Las transformaciones que ha tenido CLACPI tienen que ver con los cuestionamientos y el protagonismo que empezamos a tener las comunicadores y comunicadores, y también las organizaciones indígenas dentro de este organismo, que finalmente se abre a lo que es una Coordinación.

Poco a poco, desde el 2004 en que se realiza en Chile un Festival, acá en Santiago, se hace un cambio y asume por primera vez un indígena, de Oaxaca, del pueblo zapoteco de México. Fue el primer coordinador del CLACPI. Después vino un segundo coordinador, quechua, de Ecuador, y yo soy la tercera coordinadora, mujer y mapuche. En ese mismo orden, desde gente que no era indígena hasta el hecho de empezar con varones indígenas, hasta que asumí el año pasado, se marca un avance no solamente en el protagonismo, sino que en que las mujeres indígenas empezamos a sumir un rol más protagónico en lo que es la conducción de organizaciones a nivel internacional”.

-¿Cuántos Festivales ya se han hecho y cómo ha sido la experiencia?

“Hemos hecho nueve festivales que tienen varias características: son itinerantes, nos planteamos no solamente visibilizar los trabajos y abrir esa ventana o proporcionar una ventana para las realizaciones indígenas, sino que también impulsar procesos en aquellos lugares donde no hay una construcción o un trabajo en el área de comunicación. Por otro lado, se plantea la posibilidad de reforzar en aquellos lugares donde existe una experiencia pero es necesario fortalecerla. Los países o los lugares que se eligen para que se realice el Festival, junto con tratar de impulsar o reforzar procesos, tiene que ver también con la situación política que está viviendo ese país en un momento determinado. El año pasado, por ejemplo, se hizo el Festival en Bolivia, y no era casualidad. De hecho, el Festival coincidió con todo lo que pasó en la medialuna de Bolivia. Estaba planificado un Festival a realizarse en dos zonas, en La Paz y Santa Cruz, y terminó por razones obvias solamente realizándose en la Paz. No alcanzamos a hacerlo en Santa Cruz. Ha sido lo más cercano a lo que son las ‘reacciones indígenas’. Por esos días estalló el conflicto.


Por regular siempre llegamos tarde, pero esa vez estuvimos precisamente ahí donde estaba estallando todo. Creo que eso habla un poco de que estamos mejor, al menos en el caso boliviano. Nosotros queríamos ir a Santa Cruz, lo considerábamos una situación políticamente difícil, que podía tener muchas posibilidades de reacción, pero que nos permitía situar lo indígena desde un punto de vista distinto. Nos permitía socializar y plantear la visión de lo indígena desde una óptica distinta. Hubo un intento fallidos de los grupos de derecha de desestabilizar al gobierno del indígena Evo Morales, y volver atrás. Hubo una masacre en el Departamento de Pando, indígenas y campesinos asesinados por opositores al gobierno de Evo. Hubo agresiones físicas y verbales, destrucción de sedes de organizaciones indígenas, persecución a líderes y comunicadores en Santa Cruz, Beni y Pando”.

-¿Por qué se realizó la muestra en Santiago?

“Intentamos hacer algo en las comunidades, pero pasa por un problema de financiamiento, de las oportunidades que se tienen y, hasta ahora, no hemos logrado tener todas las condiciones para realizarlo en otro lugar. Aspiramos no solamente a hacerlo en Temuco u otra ciudad del sur, sino a que sea itinerante y poder hacerlo en zonas rurales. Ese es el para dónde queremos ir trabajando”.

-¿Cuál es su opinión sobre los documentales indígenas de Wallmapu y Chile? Pareciera que siempre se retrata el conflicto y no otras visiones de lo mapuche. Pareciera que siempre se responde a lo coyuntural…

“Sí, pareciera que es así. Hay excepciones, pero el asunto es un proceso. Hace unos nueve o diez años atrás el problema era que los documentalistas no abordaban lo indígena. Estaban en otra parada, en la dictadura. Los documentalistas no estamos ajenos a la forma y visión en la que trabajan los medios de comunicación, que finalmente actúan por modas y oportunidades económicas. Desde mi óptica -soy bastante crítica y lo asumo así-, la situación mapuche para los documentalistas, por muy progresistas que sean, es un tema. Eso es más bueno que malo. Mis críticas o preocupaciones, van enfocadas al hecho de que los propios indígenas no podamos hacer documentales, producciones o videos, ni ningún tipo de género, que lo haga Varela o una productora equis, bien, siento que mientras más miradas hay sobre el mismo tema, es mejor. Ahora, qué ganas que no nos quedáramos sólo con lo que se muestra en televisión, que es el conflicto, que ganas de que finalmente los protagonistas sean los mapuches o los indígenas y no los realizadores. Los documentalistas somos un gremio, y creo que es un proceso también de conocimiento. Para muchos es más atractivo ver y mostrar el conflicto, que irse a las comunidades, y mostrar qué ocurre ahí. Eso tiene otro tiempo, es un trabajo más largo, más desgastante, tiene otras perspectivas, tiene que acostumbrar a la gente a ver algo más de lo que muestra la televisión, tiene que ver con el proceso que están viviendo los propios documentalistas a nivel latinoamericano y a nivel continental, y sobre todo en Chile.


Los documentales están dirigidos a un sector de la población que le gusta ese género, y que le gusta el documental con un tipo de enfoque. Quienes acceden al documental son personas convencidas. Es quien puede soportar 45 o una hora frente a la pantalla. También tiene que ver con que en Chile, durante mucho tiempo, no se hizo cine. Todavía estamos con el documental tradicional. Son muy pocos los que se atreven a asumir otro tipo de género, otros formatos o enfoques. Los documentalistas hemos contribuido a que se vea a los mapuches como ‘peleadores’ y ‘conflictivos’. Pero también es cierto que es necesario desmitificar desde dónde viene la violencia. Y eso se muestra en muchos documentales. Hay que ir haciendo y mirando otro tipo de documental, otro tipo de cine. Hacer otro cine. Es la única forma de madurar, estamos recién empezando. No es posible que sólo reaccionemos y documentemos los llamados conflictos. Hay miles de cosas más. Los aspectos desconocidos de lo que se ha llamado conflicto mapuche y los aspectos culturales no están divorciadas. Es un todo. Debiéramos dar cuenta de mucho más de lo que ocurre en la cultura mapuche”.

-¿Cuál es el balance del Seminario y de la muestra de Mirada de Mujer?

“Nos ha ido muy bien. Acá hay indígenas de Ecuador, Guatemala, Bolivia, Colombia, Venezuela, Chile, etc. Las chicas son de toda Latinoamérica, también del País Vasco, y eso ha sido bastante constructivo. Muy importante. En un momento tenía una inquietud, miedo o temor de no saber si iba a funcionar o a cumplir las expectativas. Y creo que las ha cumplido. Vamos a demostrar que las mujeres somos ordenadas y organizadas, y cumplimos los objetivos más allá del costo, del tiempo, que nos gusta concluir las tareas, somos aplicadas, y hacemos el trabajo bien. Vamos a demostrar que podemos hacer un buen trabajo. Eso me tiene bastante satisfecha porque en esto hay varias apuestas no sólo la de CLACPI. Cuando uno impulsa una iniciativa de esta naturaleza siempre está pensando en los pueblos indígenas y, si finalmente los objetivos se, cumplen y sobrepasan lo que uno aspira, quiere decir que estamos siendo coherentes con lo que hablamos, que somos mujeres comunicadoras, indígenas, y que pretendemos visibilizar, y que desde nuestra propia mirada, que es mirada de mujer, nuestro lema es hacer un buen trabajo, con proyecciones. Equilibrar lo que está ocurriendo con los comunicadores indígenas”.